
No hace falta ser un top para hacer el bien a los demás. Se puede pasar oculto y ser fundamento. El mar se llena con muchas gotas. Parecen poca cosa y sin embargo de ellas se llena el maravilloso mar. Cada una es valiosa.
Pasar inadvertidos haciendo el bien es hermoso. No hacemos las cosas para que nos aplaudan o nos pongan un pin. Si lo hacemos por eso, pensamos más en nosotros mismos que en las personas que ayudamos.
Hacer el bien sin que nos vean, sin querer salir en la foto. ¿Me enfado cuándo no me tienen en cuenta? ¿Me duele que los demás brillen más que yo?
En la familia hay tantos detalles «en lo escondido» para hacer por los demás. No importa que no nos den las gracias, no importa si no se dan cuenta: recoger la chaqueta de otro, rellenar el salero, reponer el papel higiénico, colocar la ropa planchada en el armario para que el que llegue no se la encuentre encima de la cama, llenar las jarras del agua de la nevera… Así podría seguir y seguir. Estos detalles en el momento que quiero subir al podium pierden el brillo y se oscurecen en amor propio.
Poner nombre y apellidos a cada detalle hace que cada gota tenga un sentido de cariño. Así se construye el amor. Esto por Mónica, esto por Marcos, esto por…..y así construiremos un maravilloso tapiz. Nudo a nudo, pasando ocultos.
En un mundo donde prima fotografiar y contar todo lo que hacemos en cada minuto, puedes pensar que todo ese tiempo que «pierdes» lo puedes enfocar para dar-te. ¿Quién te necesita alrededor tuyo? A veces no hace falta irse muy lejos. Están ocultos a nuestro lado.
Miremos bien alrededor. Alguien te necesita. Un detalle. Sin premio. Sin llamar la atención. Con sabor a eternidad.