
La conciencia o el Pepito Grillo (¿recordáis Pinocho?) es la que nos hace distinguir el bien y el mal; y cuando obramos mal nos «recuerda» que hemos de pedir perdón o rectificar o cambiar.
Hoy parece que los seres humanos no tengamos conciencia. No parece que exista el mal. Todo está bien si es lo que «siento» que debo hacer o «me lo pide el cuerpo». El mal solo es una influencia moral y social anticuada de la que hemos de liberarnos. Craso error.
La persona humana tiene unas instrucciones y hay cosas que nos hacen bien y otras que nos hacen mal (nos perjudican o no nos dejan crecer). La persona humana es una perfecta unidad de cuerpo y alma (lo que no se ve).
Lo que perjudica al cuerpo o le hace mal está muy claro e incluso está socialmente super aceptado: comer en demasía, no hacer deporte, exceso de sol …y un largo etcétera.
Lo que perjudica al alma como no se ve …es manipulable: la manera de pensar, de razonar, la lógica, el sentido común, la capacidad de amar, la voluntad. Parece que todo esto se engloba en: haz lo que sientes. No hay nada que te perjudique. Así anestesiamos la conciencia, la adormecemos y cuando estamos ante un peligro, Pepito Grillo, no nos avisa, duerme. Y cuando despierta ya no distingue nada y ya no nos puede ayudar.
La conciencia hay que formarla. Leer, pensar, escuchar, dejarse aconsejar y ayudar: y sobre todo, no creerse omnipotente. Creyéndonos diosecillos nos hemos cargado el sentido del bien y del mal. Ya no hay conciencia que nos diga susurrando al oído: Eso no; pide perdón; te has pasado tres pueblos; te estás yendo del camino; no juegues con fuego que te quemas….
Y así nos va. Un barco a la deriva. Y por mucho que intentemos matar la conciencia, existe un bien y un mal. Es así, nos guste o no. No nos dejemos manipular ni matar la conciencia. Preocúpate de la tuya. ¡¡¡Fórmala bien!!!