Cuidamos nuestro cuerpo de lo que le daña y cuidamos o, deberíamos cuidar, el planeta, pero no cuidamos nuestro corazón evitando lo que le corrompe o perjudica.

Imágenes que enfatizan la violencia, el desprecio del hombre y de la mujer, el placer sin más. Cuidamos el aire que respiramos para nuestros pulmones, cuidemos el aire «que absorbemos» para nuestro espíritu. ¿Qué leemos, qué vemos, cuánto tiempo dedico a «perder el tiempo»?

La clave está en «respirar» verdad: la verdad es nuestra fuerza. Hagamos verdaderas, auténticas, nuestras relaciones humanas. El mundo casí nos obliga a tener una complicidad con la mentira: fake news, el mundo virtual, el amor cambiado por el sexo sin más, la falta de compromiso, amistades al uso e interesadas, los «trepas», el desprecio a la vida, llevar una doble vida.

Hoy hace falta mucha fortaleza y personalidad para crear remansos de paz, que no significa, ni apartarse, ni vivir en burbuja. No. Significa cuidar de qué lleno mi cerebro (ideas), y mi corazón (deseos, sentimientos). Significa ser portador de esperanza y crear espacios, zonas de «aire puro»: mi familia, mis amigos, mi trabajo. Llenar estás parcelas de amor, aunque no siempre gustarás o caerás bien a los demás. A veces los demás «sienten» que, sólo ver cómo actúas, les hace de «conciencia» y te rechazan; otros ridiculizan tus valores porque no pueden alcanzarlos; también hay envidia de tu felicidad a pesar de tus sufrimientos, cuántos la buscan y no la encuentran y han de maquillar su vida con productos baratos y perecederos.

Lo más real es luchar por encontrar la verdad de uno mismo y de su entorno. No dejarse engañar ni manipular. Es muy triste ver «masas» manipuladas creyéndose libres. ¡Qué miedo me da!

Hoy podíamos dedicar diez minutos a pensar qué respira nuestra mente y nuestro corazón. Reciclemos nuestro interior. Siempre estamos a tiempo.