ESCUCHAR Y MIRAR.

Todos necesitamos de esa mirada que alcanza las profundidades del corazón y sabe encontrar la parte de bondad que existe en cada uno. Una persona comprendida abre con facilidad su alma y se deja ayudar.

Es una mirada que alcanza las profundidades del corazón y sabe encontrar la parte de bondad que existe siempre en él. De la comprensión nace una comunidad de sentimientos y de vida. Por el contrario, de los juicios negativos, frecuentemente precipitados e injustos, se origina siempre la distancia y la separación.

Leí el otro día: «cuantas veces pasa de contrabando por amor, lo que no es amor, sino puro egoísmo y algunas veces refinado egoísmo».

Amigos que no son amigos, parejas que no son parejas, porque no hay interés en el bien del otro sino en «mientras dure mi bien»: estar a gusto, cómodo, sacar provecho, poca exigencia, nulo compromiso, y esto ahoga la auténtica felicidad.

Porque para que el amor sea de verdad hay que saber mirar y escuchar. Y si hay amor de verdad hay felicidad de verdad.

Ahora volveremos a mirar y hemos de aprender a escuchar, que no es oír. Es poner atención a lo que las palabras del otro junto a su mirada nos quieren decir. De corazón a corazón. Ahora tenemos el momento de oro para valorar esa cervecita en la terraza para conversar mirando y escuchando.

Te quiero mirar a los ojos. Ver a través de ellos. Quiero escucharte y comprender a través de tus palabras.