Crecemos por dentro. No se nota. No se ve. Pero estamos creciendo. Fijando raices. Como no lo vemos, nos desanimamos. Cuando salgamos veremos que ha salido una mejor versión de cada uno. Bueno, eso sería lo propio, sino hemos perdido una gran oportunidad.

Nos podemos hacer algunas preguntas, que con un buen «espíritu de examen», nos hagan parar para pensar y encarrilar.

1. Cómo he gestionado mis emociones: más paciencia, más empatía, más comprensión, más pendiente de los demás, menos angustia, menos ansiedad, menos mirarme a mi mismo.

2. Cómo he valorado las cosas: qué tal con mi familia, nos hemos reencontrado, he aprendido a mirar, a escuchar, a compartir, a reír, a perdonar, a pedir perdón, a servir, a preguntar, a estar pendiente. Si hay «sies»…vas bien.

3. Cómo ha ido el trabajo: ilusión, profesionalidad, creatividad, desánimo, dejadez, pasotismo o implicación?

4. Con mis amigos/as: cercanía, preocupación por los que lo están pasando mal, por los más vulnerables, los que están más solos?

5. Y por último, la pregunta más importante: he aprendido a interiorizar? A ver cuáles son los objetivos en mi vida? Lo principal y lo secundario? He sacado tiempo para pensar y enfrentarme a mi mismo/a? Ahora que se ha caído lo superfluo, soy capaz de recolocar lo verdaderamente importante y ponerlo en el sitio que le corresponde?

Perdonad mi osadía al inventarme este pequeño examen que es, por supuesto, el que me he hecho antes a mi misma, porque pienso, de corazón, que un buen examen hace ver cómo vamos en la asignatura de la vida. No tengas miedo. Cada día amanece de nuevo y podemos recomenzar. Esta es la clave. No te quedes en el suelo desanimado/a. Levántate sin miedo! Puedes!

Si al salir tienes tus raíces más fijadas, lo has conseguido: has aprovechado la oportunidad de crecer….hacia adentro.