Yo actor de mi propia historia porque SIEMPRE puedo ser libre, depende de mi actitud frente a la realidad. Nunca olvidemos a Víctor Frankl: «El hombre en busca de sentido» o a Guido en «La vida es bella».
Entre otros se me ocurren dos obstáculos: la apatía y la pasión desbocada.
El apático no capta en su verdad la jerarquía de valores. Prefiere no construir. Ser espectador y criticar todo lo que sucede. Todo pasa por delante y lo deja pasar. Le parece que luchar supone mucho esfuerzo.
El apasionado con «pasión desbocada» es egoísta porque reduce la perspectiva de las cosas a «mi entorno o mi prespectiva». Como yo quiero o imagino. Me frusto sino sale así.
Ni uno ni otro son actores de su vida. No son libres. No saben amar. No tienen meta o la tienen limitada.
En fin, que no se enteran. Que los actos tienen consecuencias y que yo soy el actor de mi vida: ni los demás, ni mis pasiones o esclavitudes.
El actor de su historia es la persona objetiva, realista, la que sabe adaptarse a las diversas contingencias de la vida porque tiene continuamente presentes los fines esenciales de su vida. No le hunde el fracaso ni el éxito se le sube a la cabeza: es maduro, no se descorazona.
Ese es el actor de su historia: fin claro, medios adecuados y preguntarse el «para qué» de los sucesos de su vida.
Lo más importante NO HUYE DEL ESFUERZO DE REFLEXIONAR SOBRE SUS ACTUACIONES Y SUS REPERCUSIONES: PIENSA!
Releerlo!!!! Huir del esfuerzo de reflexionar sobre las cosas lleva a dejar de pensar….y entonces estás perdido.