Las personas sencillas enriquecen la vida y nos sirven de ejemplo para recordar que «menos es más». Debemos aprender a priorizar. La sencillez de pensamiento no implica simpleza, sino humildad y objetividad.
Simpleza es una cosa y sencillez otra.
El simplón es el poco profundo, el que surfea por la vida; el sencillo vive el ahora con plenitud y sin agobios. Es profundo y por eso puede actuar en la superficie con las raíces bien arraigadas. No hace alarde.
El sencillo sabe quien es y cuáles son sus límites. El complicado es susceptible por pura soberbia ya que se cree el centro del universo. Siempre ve a los demás como «enemigos», y quiere las cosas a su modo.
La sencillez aporta esa dosis de disfrute del momento con lo que soy y tengo. Sin pretender más. Contento con el momento. Pasa por altos pequeñas «tonterias» que sólo harían que entorpecer, que no unen, que fomentan la desunión.
La sencillez a veces parece ingenuidad, pero es fortaleza y de la grande. Grande porque supone luchar para callar o reír con objeto de hacer felices a los demás; o hacer ver que hay cosas que no oye ni ve. Por elevación.
Como empezábamos diciendo, es difícil ser sencillo porque supone vivir en VERDAD (y la mayoría vive en falsedad); supone FORTALEZA (somos flojitos), supone PENSAR en los DEMÁS (no vivir en el yoyismo), supone pasar a veces «por tonto» sin serlo. Ufff eso sí es difícil PERO NO IMPOSIBLE.
Y el sencillo es feliz. Sin complicaciones.