
Parece que somos felices cuando damos rienda suelta a nuestros deseos y satisfacemos nuestros instintos y pasiones. Y todo con ruido. Y de repente el mundo parece que se ha parado.
El silencio nos asusta. El silencio no es sinónimo de vacío o de ausencia, es sinónimo de presencia. Propicia ese recogimiento interior que necesitamos para pensar, para valorar, para enfrentarnos a nosotros mismos y cambiar. Por eso nos da miedo, porque seguir y seguir y seguir sin parar parece más fácil, pero a la larga es un «suicidio». En el caos nunca seremos felices.
La felicidad verdadera siempre la encontraremos en la armonía, en la sencillez, en el equilibrio, en la delicadeza. Nunca la encontraremos en un caos. El caos es ruptura, desorden, ansiedad, nada más lejos de la felicidad.
El dolor llevado sin amor lleva a la desesperanza, con amor a la felicidad.
Mirad hoy alrededor. Posibilidad de silencio. Reflexión. Parón. Orden. Familia. Amor. Resetear nuestra vida y llevar nosotros las riendas.
Y fíjate por donde quizá ahora tenemos la oportunidad del siglo con este parón obligado para poner orden.
Esta semana escribamos todo lo bueno que recibimos en el día a día por pequeño que sea, para dar gracias y «re-valorar» las cosas pequeñas que quizá teníamos olvidadas. Que nada que recibamos quede sin una sonrisa de gracias, y que nosotros sepamos regalar muchas sonrisas aunque sea detrás de una mascarilla.